Written by Jay McAdams
Translated by Jesús Castaños Chima
Jueves 12 de octubre del 2023
Mientras observaba en vivo cómo se desarrollaban los horribles acontecimientos en Israel, desde la seguridad de mi casa en Los Ángeles, el sábado y el domingo, comencé a tener un Déjà vu. Todas las redadas genocidas que puedo recordar tienen las mismas características; están alimentadas por un odio hacia otro grupo que lleva a los humanos a cometer las atrocidades más horribles hacia sus semejantes. Y la cura para el odio es la empatía. Nadie con una pizca de empatía podría brutalizar a los niños de estas formas desmesuradas. Si tan solo los nazis hubieran sentido empatía hacia los judíos y los homosexuales, el mundo nunca habría conocido el horror del Holocausto. Si los Tutsis y los Hutus hubieran sentido empatía entre sí, Ruanda no sería un lugar conocido por lo impensable. Lo mismo ocurre con los Chiítas, los Suníes, los Serbios y los Croatas. El ciclo se repite. Las personas impulsadas por el odio hacen cosas desmesuradas con otros humanos. Lo único que evitaría que las personas cometieran tal crueldad sería inculcarles empatía. Pero la empatía es demasiado difícil de alcanzar en estos días, cuando todos sólo vemos lo que elegimos ver en nuestros teléfonos. Hoy todos estamos casados únicamente con nuestro propio punto de vista y villanizamos a quienes difieren de nosotros.
A medida que avanzaba el lunes, las noticias de Israel no habían mejorado. De hecho, eran mucho peor. Para entonces ya sabíamos que habían tomado rehenes y que cientos de adolescentes habían sido masacrados. Tenía una clase que dar en el Teatro 24, el lunes por la tarde, para niños de 6 a 8 años. Ciertamente no quería hablar sobre esta nueva pero antigua guerra y asustar a estos niños pequeños. Pero estaba preparado. en caso de que alguno de los niños lo mencionara, para utilizar técnicas de aprendizaje socioemocional para permitirles expresar e identificar cómo se sentían al respecto y asegurarles que estarían a salvo. Puede que haya hablado del tema con adolescentes, pero estos niños son demasiado pequeños para recibir noticias tan perturbadoras.
Sin embargo, esta clase del lunes, en particular, participa en un proyecto de investigación sobre el cerebro, con duración de dos años, del Instituto del Cerebro y la Creatividad de la USC, patrocinado por el Instituto Nacional de Salud. El estudio está diseñado para ver si estos niños desarrollan más vías de empatía gracias a nuestras clases de teatro. Como siempre tratamos de ser relevantes, pasé a un plan donde preparé una lección que llamé Punto de vista. Comprender que todos tenemos puntos de vista diferentes es un elemento fundamental de la empatía.
Usamos un ejercicio de Viola Spolin o tal vez fue un ejercicio de Uta Hagen para que cada estudiante asumiera el punto de vista de otra persona. Es un ejercicio divertido, pero también les demuestra a los niños lo fácil que es asumir el punto de vista de otra persona. Y una vez que entienden eso visceralmente, es un punto de inflexión; un momento, ¡Ajajá!
Luego compartimos con los estudiantes una frase inspiradora de Abraham Lincoln; “No me gusta ese hombre. Tengo que llegar a conocerlo mejor." Luego hicimos que estos niños de 6 a 8 años explicaran lo que quiso decir uno de nuestros más grandes líderes. Y entendieron perfectamente el punto de Lincoln.
Nuestros artistas docentes de los martes y miércoles se sumaron a ese trabajo de empatía, profundizando el concepto de diferentes puntos de vista durante toda la semana. Y la próxima, les pediremos que identifiquen cosas que tienen en común entre sí.
La educación artística no hace milagros. No puede repeler misiles. Pero sí tiene el poder de impedir que se lancen en el futuro. Enseñar a los niños de hoy a reconocer que tienen empatía es algo muy importante. Sin siquiera mencionar a Israel a estos alumnos de 1.º y 2.º grado, y utilizando la educación artística como nuestra única arma, hemos plantado una semilla de paz en las mentes de 20 pequeños humanos, esta semana. El mundo necesita mucha más empatía y lo que estamos haciendo aún no es suficiente. Pero es un comienzo.